martes, 7 de mayo de 2013

Por qué pienso como pienso.


Creo que antes de dar una opinión sobre la realidad en la que vivimos es importante expresar desde qué lugar pensamos lo que pensamos. Las experiencias de la vida, los libros que leímos, la cosmovisión que nos inculcaron los padres, la escuela, la universidad, el círculo social, la actividad laboral en la que nos desempeñamos, los valores que vemos en amigos o compañeros, y muchas cosas más nos han influenciado. No creamos una forma de ver la vida a partir de la nada, y muchas veces tampoco lo hacemos concientemente. Por eso está bueno el dificilísimo ejercicio de escuchar a las personas que tuvieron otra crianza, otra religión, otras ideas políticas, o que desarrollan otra actividad que no es la propia, y sumarlo a todo el bagaje que ya traemos, para replantearnos las formas de ver las cosas y sacar nuevas conclusiones propias.

Mi visión de la realidad, de la política, de la economía, estuvo influenciada por diversos factores. Mi crianza religiosa, de la cual me rebelé a los 21 años. Mi educación en una escuela privada y bilingue. El CBC de Sociología en la UBA. El 1er año de economía en la Di Tella. Mi carrera de Turismo en la USAL. El trabajo en el sector privado, tanto en el negocio familiar como en hoteles o centros de ski. Ser parte de una minoría. La posibilidad que me dio la vida de viajar un poco. Mi estancia en Chile por dos años, donde pude ver el progreso de una sociedad comparada con la época Pinochetista. Mi admiración por la limpieza y el cuidado del patrimonio histórico en Europa, la variedad de productos y el desarrollo urbanístico en Estados Unidos, la ambición y el optimismo ante el futuro de Brasil, o la paz y amabilidad que transmiten los hindúes.

También es importante para mí decir que a lo largo de la vida, lo más normal es ir cambiando de opinión a medida que vamos entrando en contacto con otras realidades. Por ejemplo, yo ya no creo en el Socialismo como creía cuando era un aspirante a estudiante de Sociología y admiraba los logros de la Revolución Cubana. Sin embargo, no debo dejar de ser critico con respecto a las cosas que más valoro. Nada es tan blanco y negro.

La fe es terrible cuando se convierte en fanatismo ciego y discriminador.  Los chilenos se merecen universidades estatales y hospitales públicos financiados por el Estado. En Europa todavía existe un gran racismo y sentimiento de superioridad "colonialista". En EEUU las divisiones raciales son terribles y la igualdad de oportunidades no es real, y sus fuerzas militares cometen atrocidades.  En Brasil la pobreza y la inseguridad son todavía problemas gigantes. Las ciudades indias están  llenas de basura y chozas hechas literalmente de hojas de palmera.

Argentina es uno de los países más lindos del mundo, el Estado garantiza muchísimos derechos básicos, y sus habitantes tienen en promedio grandes inquietudes políticas, creativas y artísticas que no se ven tan a simple vista en otros lugares. Eso no quita que existan muchos asuntos pendientes para mejorar.

Pero al día de hoy, y me hago cargo de lo que digo, creo en la democracia liberal-republicana con períodos presidenciales no mayores a 8 años, aunque critique sus ineficacias. Creo en el capitalismo con intervención del estado e inclusión social, aunque cuestione la desigualdad y la competencia salvaje que promueve. Creo en el desarrollo sustentable con conciencia ambiental, aunque sea difícil de ponerlo en practica. Creo en la ampliación de derechos sociales y civiles a minorías, aunque sea casi imposible convencer a los sectores más conservadores de las sociedades. Siempre voy a tratar de tener la capacidad de cuestionar y de criticar, incluso lo que me gusta, mucho más si es parte del poder político y económico.

¿De qué me sirve el fanatismo y la obediencia ciega?

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