viernes, 19 de abril de 2013

Pensar para Construir

               Hace poco mi hermana mayor me mostró un correo electrónico que yo le había enviado en el 2003 en las vísperas de las elecciones para Presidente. En ese momento yo vivía en el sur de Chile y no podía votar. "Tenés que votar por Néstor Kirchner, y convencer a todos los que puedas para que lo voten. Es el único que va a hacer crecer la industria. Es medio caudillo y Santa Cruz parece casi un feudo, pero tiene la mejor distribución del ingreso del país."

                En 2011 voté a Cristina, especialmente ilusionado por las políticas contracíclicas ante la crisis mundial del 2009, la inclusión previsional de los que no tenían aportes, la Asignación Universal (algo que planteaba Carrió por años en el Congreso sin éxito), el Matrimonio Igualitario, la convocatoria a trabajar todos juntos por el país: los jóvenes, los científicos, los trabajadores, los empresarios. La 125 no me parecía lo suficientemente correcta, no por estar en contra de cobrar impuestos, sino por no ser parte de una Reforma Tributaria Progresista. Se beneficiaban exclusivamente los grandes exportadores que simplemente trasladan cualquier aumento de la retención, bajando el neto para los productores a los que le compran granos. Incluso la Ley de Medios me gustó bastante.

                 Sin embargo, me encuentro un poco desilusionado. El rumbo en general que está tomando el gobierno no coincide del todo con mis ideales y lo que sueño para el país. Veo un forma de ejercer el poder cada vez más basada en dar órdenes evitando todo tipo de negociación, y con pocas consultas a los sectores a los que se va afectar. Estoy de acuerdo en que debemos fortalecer la moneda nacional, pero el cepo cambiario no es una medida eficiente. Solo congela la fuga de capitales, sin fomentar la entrada de divisas por inversión, y vemos que las reservas caen paulatinamente. Lamentablemente, las reservas que crecieron de forma sostenida de 2003 a 2011 están en su nivel más bajo en siete años, y ya no son un colchón fuerte ante shocks externos. La inflación afecta más a los trabajadores que antes, porque las paritarias arrancan demoradas y eso se ve en las estadísticas que muestran un estancamiento del consumo. Tampoco hubo mejoras en los índices de precios del INDEC que muestran una pobreza del 5% de la población, cuando se debería saber con rigurosidad científica la cantidad de personas bajo la línea de pobreza e indigencia para generar políticas que los beneficien. La AUH ayuda, pero no alcanza. Empezamos a ver nuevamente provincias desfinanciadas, incluso las que cuentan con gobernaciones del Frente para la Victoria. Y eso perjudica la calidad de la educación y la salud de los sectores populares. Y la Ley de Medios beneficia a empresarios que ahora apoyan al oficialismo en sus canales y diarios a cambio de nuevos negocios, pero que no tardarán en darse vuelta cuando olfateen alguna debilidad del gobierno nacional.

                   Estas y otras cosas me hacen dudar de volver a acompañar al Kirchnerismo en las elecciones que se aproximan. Tampoco hay certezas que otra fuerza política va hacer las cosas mejor. Sin embargo, no me resigno a creer que el sistema político y las dirigencias empresariales, sindicales, académicas, etc. puedan algún día generar cambios estructurales profundos que permitan el desarrollo sostenido y la inclusión social de los que tienen poco. De los que les falta el asfalto en sus calles, cloacas, vivienda digna, un empleo en blanco, una buena escuela pública, un hospital limpio y con insumos, y prevención del delito en sus barrios. Que son casi el 50% de la población. Entre ellos muchos de mis familiares.

                    Creo que hay que empezar a pensar y debatir el post-kirchnerismo. Pensar para construir una alternativa mejor. Sea en el 2015, el 2019 o el 2023.

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