domingo, 5 de octubre de 2014

Cambia el clima regional (pero no tanto)


Comenzamos a ver en algunos países de Latinoamérica un progresivo desgaste de los gobiernos pertenecientes a la centro-izquierda o al neo-populismo. La primera señal clara fue el año pasado cuando Maduro ganó con lo justo contra Capriles (51% vs 49%) en medio de un clima económico deteriorado, y resultó ser la peor elección para el chavismo desde el año 1998. Se perdieron alrededor de 12 puntos porcentuales desde el altísimo 63% de Chávez en 2006.

Ahora fue el turno del Partido de los Trabajadores brasileño, que consiguió ganar la primera vuelta electoral pero con un merma de millones de votos en relación a la primera elección de Dilma Rousseff. En 2010 el porcentaje que obtuvo fue casi 47%, hoy apenas consiguió superar el 41%. Un número muy bueno, pero una alarma para el partido oficialista porque puede significar una victoria apenas superando el 50% en el ballotage. Pareciera que las demandas comienzan a sofisticarse, y ya se da por amortizada la inclusión social del programa Bolsa Familia al momento de votar. La incipiente recesión económica, y lo que para muchos es una escasa inversión en salud, educación y transporte público influyeron sin ninguna duda en disminuir los votos para el PT. 

Pronto será el turno de Uruguay, donde las encuesta pronostican una victoria del Frente Amplio, pero también signada por pérdida de votantes en favor de alternativas más conservadoras. 

Es muy probable que el año que viene veamos algo similar en nuestro propio país. Las medidas intervencionistas de Kicillof, si bien intentan disciplinar a los actores económicos y reforzar la autoridad presidencial, no parecen estar dando frutos. Cada mes que pasa, las ventas en comercios e industrias disminuyen más. Y la restricción externa se encamina a agravarse en 2015. Pareciera que el equipo económico está decidido a "vivir con lo nuestro". Es decir restringir la demanda de dólares al nivel de las exportaciones, y de lo que pueda ingresar de inversiones chinas. Seguramente veremos a las importaciones caer 10% o 20% anual, a la industria producir 5% menos, el comercio minorista bajar otro 5%, con el correspondiente aumento del desempleo, la inflación y el malestar social. En el mundo actual ninguna economía emergente crece sin divisas. Y si gastan las reservas para pagar los vencimientos de deuda, se debilitaría el peso aún más acelerando las expectativas devaluatorias y las corridas cambiarias.

Esta situación de vulnerabilidad en el frente económico, repercutirá en el apoyo al kirchnerismo en las próximas elecciones. La Asignación Universal por Hijo y otras políticas sociales y culturales ya fueron amortizándose en el electorado. Y se empiezan a cotizar las alternativas más "capitalistas", que prometan cerrar el conflicto de la deuda para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento con inflación más baja y nuevos empleos. Es más, si el candidato oficialista llega a ser Scioli, aunque pierda será una prueba aún más fuerte del giro hacia una moderación conservadora de parte de la mayoría del electorado. 

Un cambio que no veo mal, porque creo que tanto los proyectos nac&pop y las fuerzas más liberales o pro-mercado tienen el mismo derecho de disputarse el poder y llevar a cabo sus programas. Siempre que sea bajo las reglas de la democracia, sin caer en los excesos autoritarios o totalitarios. Los resultados de sus políticas se van viendo en el tiempo, y en base a esas percepciones la sociedad decide qué rumbo prefiere en determinado momento. 

Argentina puede ser el primero de los países más poblados del MERCOSUR en pegar el giro hacia la centro-derecha, o conservadurismo popular, por un par de años. Algo que probablemente sucederá en Brasil en 2018 y también en Venezuela (y Uruguay) en el 2019. Repito, por un de par años...

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