lunes, 7 de abril de 2014

Violencia social, delito, marginalidad, narcotráfico. ¿Hay solución?

¿Qué cambios habría que implementar para que la Argentina retome la senda del desarrollo con inclusión social duradera? ¿Cómo se podría mejorar el uso del gasto público para pegar un salto de calidad en educación, salud, justicia, viviendas e infraestructura, que hoy avanzan a paso demasiado lento? En estos días donde se discute el nivel de violencia social, el aumento del delito y la marginalidad, la invasión "narco", creo que se debería reflexionar en estas dos preguntas. Porque su respuesta podría ser parte de la solución.

¿Qué pasó que tenemos un estancamiento económico y aumento de la pobreza desde hace casi tres años?

Desde el año 2003 hasta el año 2011 el producto bruto interno creció a tasas superiores al 7% anual, excepto en el 2009 donde hubo una pequeña recesión debido a la crisis financiera internacional y la depresión del comercio exterior mundial. Sin embargo, a partir del inicio del segundo mandato de CFK las tasas de crecimiento económicas se han vuelto decepcionantes para un país emergente: 1.9% en 2012, 3% en 2013 y, a enero de este año ronda el 1.2% interanual. ¿Habrá influido una débil economía mundial tirando para abajo nuestro crecimiento? ¿O será la consecuencia de las medidas del gobierno implementadas en estos últimos años recientes?

El kirchnerismo recibió una economía resucitada de la gran depresión de fin de siglo, pero todavía en terapia intensiva. En el marco de una economía bastante liberalizada por las reformas menemistas, el combo de ajuste ortodoxo con maxidevaluación y default alentó una rápida recuperación del sector agrícola e industrial, y una disminución brusca de las importaciones permitió una balanza comercial superavitaria. Es decir, por primera vez en décadas teníamos un excedente de divisas para financiarnos sin nuevo endeudamiento exterior. El primer mandato de Néstor se caracterizó por un Estado superavitario que recaudaba cada vez más, alimentaba la demanda agregada con subsidios y subas de salarios y jubilaciones, acumulaba reservas, aprovechaba los altos precios de las commodities, e incluso renegociaba la deuda externa en default. Las inversiones extranjeras no eran gigantes, pero se mantuvieron mayormente entre 4.000 y 7.000 millones de dólares por año. Se lo criticaba por el resurgimiento de la inflación, por casos de corrupción con fondos públicos y por ciertos arranques de autoritarismo, pero durante la mayor parte de su mandato más del 70% de la población tenía una imagen positiva de él.

Este esquema se fue deteriorando paulatinamente a medida que avanzó el tiempo, y ya con Cristina en el sillón presidencial se empezaron a requerir ciertos ajustes. El modelo presentaba signos de agotamiento. Cuando Cristina fue reelecta se hacía necesario una devaluación que equilibrara el sector externo, a punto de ser deficitario por primera vez; también se requería un ajuste fiscal para disminuir la emisión sin respaldo que financiaba gasto público, y aparentemente alimentaba aun más la inflación. La decisión fue no devaluar, sino hacer una mayor intervención de la economía y borrar los últimos rastros de la liberalización de los años noventa. Se terminó con la convertibilidad del peso, y se pasó a un esquema de control de cambios que derivó en un desquicio cambiario con numerosas cotizaciones. Se empezó a regular las importaciones mediante permisos, que hasta el día de hoy son aprobados o desaprobados con nula transparencia y absoluta discrecionalidad. La mayoría de inversores locales y extranjeros todavía tienen mucha cautela para iniciar grandes proyectos. Las reservas empezaron a disminuir estrepitosamente y el crecimiento económico es cada vez más cercano a cero, con nula creación de empleo a excepción del Estado que paga sueldos con emisión monetaria o deuda provincial. La inflación y el empleo en negro aumenta la cantidad de familias bajo la línea de pobreza día tras día. Mientras tanto la economía mundial, aunque menos robusta que en otras épocas, sigue creciendo por el empuje de los grandes mercados emergentes. ¿Estaremos haciendo algo mal nosotros?


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